Crónica periodística

El rugido de la calle


Por: Sheryl Gutierrez 


Bogotá, 17 de julio de 2025.

El reloj marcaba las 9:30 am cuando el primer grupo de manifestantes comenzó a congregarse en la Plaza de Bolívar. Las pancartas aún estaban inscritas y las consignas apenas se ensayaban en voz baja, pero en el aire ya se sentía esa energía inconfundible de quienes no están dispuestos a llamar.


Al cabo de media hora, el silencio fue sustituido por tambores, gritos y megáfonos. “¡El pueblo no se rinde, carajo!” fue la frase que resonó con fuerza, mientras más personas se sumaban a la marcha contra las reformas propuestas por el gobierno. Eran estudiantes, trabajadores, madres con niños pequeños y hasta adultos mayores; una marea humana de colores, con rostros firmes y esperanzados.


A las 11:00 am, la movilización avanzó por la Carrera Séptima. El tráfico se detuvo y los comerciantes miraban desde sus locales con mezcla de curiosidad y temor. Algunos aplaudieron; otros bajaban las cortinas. La tensión fue inevitable cuando un pequeño grupo lanzó pintura a una pared del Ministerio de Educación. Sin embargo, los líderes de la protesta intervinieron de inmediato para evitar enfrentamientos.


En medio de la multitud, María Rincón, una profesora de secundaria, caminaba con una pancarta en alto: “Educación digna para todos”. “No estamos aquí por gusto”, dijo, con voz cansada pero decidida. "Estamos cansados de promesas vacías. Queremos hechos".


La jornada concluyó hacia las 3:00 pm, sin mayores incidentes. La plaza volvió al silencio, pero quedó marcada por el eco de millas de voces que exigieron un cambio. Las huellas de la marcha no estaban solo en el suelo, sino también en la conciencia de una ciudad que, al menos por unas horas, dejó de ser espectadora para convertirse en protagonista.

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